lunes, 21 de enero de 2013

LA VOZ DEL PASTOR

Diversidad de dones, un mismo Espíritu

Del 18 al 25 de enero, año tras año, celebramos la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, porque esperamos de Dios que se aligere el camino hacia la plena unidad de todos los cristianos en la única Iglesia de Cristo. La unidad es la meta, la oración es el camino. Es preciso orar, haciéndose eco de la oración de Cristo ante el Padre, por la unidad de los cristianos: “Que todos sean uno, como tú Padre en mí y yo en ti, para que el mundo crea” (Jn 17,21). La unidad de los cristianos tiene su fundamento en la oración de Cristo y tiene un alto valor de signo y testimonio, para que el mundo crea.
Jesucristo ha fundado su Iglesia: una, santa, católica, apostólica. Pero los hombres han ido desgajándola a lo largo de la historia. Una gran ruptura se produjo en 1052, cuando las Iglesias de Oriente se separaron de Roma. Y otra ruptura más grande aún se produjo en torno a 1520, cuando Lutero rompió con Roma, proclamando una reforma. Son dos heridas sangrantes, que no han cicatrizado todavía. A comienzos del siglo XX, un fuerte movimiento  ha inspirado  a todos  los  cristianos  que es  posible recuperar la unidad perdida. Es el movimiento ecuménico, que tiene distintos aspectos. Oración, diálogo teológico, encuentros de líderes, acciones conjuntas en favor de la justicia y la paz.
La oración por la unidad de los cristianos ha de ser una intención primaria en nuestra oración habitual. Es posible la unidad, y por eso la pedimos y nos preparamos a ella en clima de fe. La unidad no será fruto solamente del diálogo o de las acciones humanas, necesarias para alcanzar este objetivo. La unidad será un don de Dios, en el momento oportuno según los planes de Dios. Y en este camino, todos tenemos que convertirnos.
La unidad no vendrá del consenso negociado, rebajando cada uno algo de su verdad. Eso sería demoler la verdad y la parte de verdad que cada uno posea. La unidad vendrá por  la  profundización  en  la  verdad  que  cada  uno  ha  alcanzado,  porque  la  verdad profundizada  confluye  en  la  verdad  total.  Tenemos  elementos  comunes  muy importantes, como son la Sagrada Escritura, algunos sacramentos como el bautismo, etc. Con las comunidades orientales, además, tenemos la sucesión apostólica en los
obispos  y  presbíteros  y  por  tanto  la  Eucaristía  válida,  donde  se  produce  la transubstanciación del pan en el Cuerpo del Señor. Pero a todos los hermanos separados les falta la comunión plena con el Sucesor de Pedro, el Papa. Y este es un elemento esencial de la única Iglesia de Cristo: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mt 16,18).
La Iglesia no ha dejado nunca de ser una, porque ha tenido siempre al Sucesor de Pedro con todos los demás elementos que la integran. La conversión que a todos se nos pide es la de dejar a un lado nuestras posturas particulares para profundizar en lo esencial que nos une y lo esencial que Cristo ha dejado a su Iglesia. Cuántos hermanos separados del tronco común encuentran la única Iglesia de Cristo y piden la plena comunión con el Papa, como Sucesor del apóstol Pedro, sobre el que Cristo ha fundamentado su Iglesia. En nuestros tiempos se está dando un fenómeno extraordinario, el paso masivo de anglicanos a la plena comunión de la Iglesia. Damos gracias a Dios por todo ello.
Para acelerar este camino hacia la unidad, los católicos hemos de orar insistentemente. Y a esa oración unir nuestra conversión para vivir más plenamente los dones que hemos recibido. Vivir mejor la Eucaristía, como presencia real, sacrificio y banquete. Vivir el perdón del sacramento de la penitencia. Vivir la comunión plena con el Papa, con su magisterio, con su disciplina. También los católicos tenemos que recorrer un camino, que no consiste en despreciar ningún aspecto esencial de la única Iglesia de Cristo, sino en vivirlos de verdad cada uno de ellos, para que el mundo crea.
Si un hermano cristiano separado se encuentra contigo, ¿le entrarán ganas de pertenecer a la Iglesia católica, al ver cómo vives tu pertenencia a la Iglesia, tu comunión con los demás hermanos dentro de la misma Iglesia, tu amor a la Eucaristía, tu obediencia al Papa y a los Obispos en comunión con él? Oremos por la unidad de los cristianos y ensanchemos el corazón para acoger a nuestro hermano más cercano. De esta manera estamos recorriendo el camino hacia la unidad plena.
Recibid mi afecto y mi bendición:

+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba