En Córdoba es especialmente bonito vivir en el mes de mayo: luz de primavera, brisa que no sofoca, flores en abundancia, cruces de mayo, feria para rematar el mes. Y en este contexto, la Pascua del Señor.
Estamos en una de las temporadas más bonitas del año. Todo florece, todo se renueva, la vida brota con pujanza, antes de que llegue al calor y lo sofoque casi todo. El tiempo y las temporadas no son sólo el transcurso cronológico de los días y las horas. El paso del tiempo tiene también otro sentido. El tiempo es momento de gracia, de encuentro con Dios, de crecimiento personal, de trato con los demás, de ser creativos y de ver sus resultados. Lo más bonito del tiempo es que la persona crece y se va capacitando progresivamente para la eternidad. El hombre se va haciendo capaz de vivir en la eternidad, donde ya no hay ni tiempo ni temporadas, porque la eternidad ha entrado en el tiempo, para llevarlo a su plenitud. Viviendo en el tiempo, hemos inaugurado ya la eternidad.
En Córdoba es especialmente bonito vivir en el mes de mayo: luz de primavera, brisa que no sofoca, flores en abundancia, cruces de mayo, feria para rematar el mes. Y en este contexto, la Pascua del Señor. Cristo que ha vencido la muerte, y nos hace partícipes de su victoria. Cristo que nos envía desde el Padre al Espíritu Santo en Pentecostés, remate de la Pascua. María, que llena el mes de mayo en la espera orante de ese Espíritu Santo.
Primeras comuniones, confirmaciones, bodas, bautizos. Encuentro festivo de las familias, porque Dios se acerca a nuestras vidas y nos reúne en su amor y en nuestra amistad. Cuánta belleza en los ojos de un niño que se acerca a comulgar con su alma limpia. Cómo impresionan estos momentos de cada uno de los sacramentos, en los que Dios llega hasta nosotros y nos hace partícipes de su vida. La vida cristiana ha sido siempre fuente de alegría en todas las generaciones.
Las cruces de mayo son la exuberancia de la Cruz del Señor, que ha florecido con la primavera. En la Cruz está Jesús que ama y se entrega, está su sangre que se derrama. De la Cruz brotan las flores, porque Cristo ha saldado nuestras deudas, nos ha abierto las puertas del cielo, nos ha hecho hermanos unos de otros. La señal del cristiano es la santa Cruz. La cruz de mayo es la Cruz florida y hermosa. La fiesta de las cruces de mayo es un canto a la vida, lleno de esperanza. En la Cruz de Cristo alcanzamos misericordia, y por eso hacemos fiesta.
Los patios de Córdoba son la expresión de un patrimonio cultural, son la exposición de la alegría de la vida, que vuelve a brotar en la primavera. Los patios de Córdoba representan esa alegría llevada a la familia, al hogar, a las relaciones más entrañables del corazón humano. La alegría de unos esposos que estrenan su amor en fidelidad permanente cada día. La alegría de un niño que nace y lleva inscrito en su ADN un proyecto de amor de Dios del que sus padres son garantes, la alegría de unos jóvenes que se enamoran y piensan en el futuro compartido. La vida es gozosa, porque no somos seres para la muerte, sino para vivir eternamente. Los patios de Córdoba nos recuerdan todo esto, y mucho más.
Por último, la feria de Córdoba, donde la alegría se comparte con los amigos y donde se encuentran a otros, que hacía tiempo no veíamos, y en la calma del descanso festivo y feriado podemos comunicar nuestra experiencia de la vida, y escuchar al otro que te comunica su intimidad. Qué bonita es la convivencia, cuando es sana, y no necesita de emociones fuertes para vivir.
En medio de esta alegría del mes de mayo, María es la flor más bonita de este mes, y a la que queremos ofrecerles las mejores flores de nuestro jardín. María que nos prepara a recibir al Espíritu Santo, como lo hizo convocando a los apóstoles de su Hijo en el Cenáculo y uniéndolos a todos en la oración. Es la madre que se alegra de vernos a todos unidos.
¡Feliz mes de mayo, queridos cordobeses! Que la alegría de la vida que brota de la Cruz de Cristo, que florece en los geranios y claveles de nuestros hogares y que se va afianzando en la convivencia con los amigos, alivie de las fatigas del trabajo, dé esperanza a quienes la han perdido y nos haga más capaces de compartir con quienes lo pasan mal.
Recibid mi afecto y mi bendición:
+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba
Fuente: Diócesis de Córdoba